ECONOMIA AL SERVICIO DEL CARISMA Y DE LA MISION

El término Carisma en el Nuevo Testamento se utiliza a menudo para referirse a los dones que vienen de Dios. Cada carisma - como se recuerda en Iuvenescit Ecclesiae (la Iglesia rejuvenece) en referencia a la relación entre los Dones Jerárquicos y Carismáticos en la Vida y Misión de la Iglesia - no es un don que se da a todos, sino un don que el Espíritu distribuye "como quiere" (1 Cor 12,11). El cristiano está llamado a convertirse en economista, administrador de la gracia que se expresa a través de los diversos carismas, y está llamado a ponerlos en común para el beneficio de todos. La situación histórica actual llama a la vida consagrada a medirse con la crisis económica y la disminución generalizada de las vocaciones. La crisis se convierte así en una ocasión de discernimiento y de programación. En este contexto, los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica están llamados a ser buenos administradores de los carismas recibidos del Espíritu, también a través de la gestión y administración de los bienes. El presente volumen nace siguiendo las huellas del Magisterio del Papa Francisco, con una base sólida: seguir un recorrido de reflexión eclesial sobre los bienes y su gestión, recordar y explicar algunos aspectos de las normas canónicas sobre los bienes temporales con particular referencia a la praxis de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, sugiriendo algunos instrumentos de planificación y programación inherentes a la gestión de las obras, instar a los Institutos de Vida Consagrada y a las Sociedades de Vida Apostólica a todos los niveles, de los Superiores a los miembros, para repensar la Economía como fiel al Carisma de su ser - según el pensamiento del Papa Bergoglio - "Aún así, que hoy sean para la Iglesia y para el mundo, los puestos de atención para todos los pobres y para toda la pobreza material, moral y espiritual, y ejemplos en la superación de toda forma de egoísmo a través de la lógica del Evangelio que nos enseña a confiar en la Providencia de Dios. ».

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